domingo, 26 de diciembre de 2010

Cuarta etapa del Meridiano Verde, entre Vidrà y Sant Martí Sescorts

Pero.....¿dónde está Sant Martí Sescort?



Grmanos y Grmanas


Tiempo ha que la última etapa ya pasó a los archivos de la poca memoria que aún nos queda. Y qué decir de las anteriores andanzas del personal por esos caminos y montañas, a pie o en bicicleta. Para situarnos en el presente bien está echar la vista atrás.

Bruguera 2010

Muy atrás queda el tradicional fin de semana en Bruguera (Ripollès). Dos días con sus noches, con regusto a buenos torreznos, carnes a la brasa, muy variadas ensaladas, bebidas a discreción y muchas, muchas setas. El nuevo fichaje masculino de este año contribuyó con sus tocinos (o sea, los que trajo para comer) y butifarras para poner los colesteroles en su sitio desde la noche del viernes. Aquello prometía, gastronómicamente hablando. Sin duda que las jornadas no desmerecieron en absoluto a las de años anteriores. Y menos aún las hazañas históricas que un habitante del pueblo nos contó. Por esas tierras hubo solteros pastores de ovejas que, por ahorrar, dejaron muchos millones al Estado cuando murieron sin herederos. Ahora apenas quedan cuidadores de rebaños, millones sí deben quedar por algún paraíso (fiscal, se supone; o sea, el mejor para algunos) y sobre el Estado, mejor no hablar de su estado (valga la redundancia). También el buen señor estaba sorprendido con los nuevos propietarios de una gran casa. Unos días el amo traía un buen grupo de señoritas rubias. Otro día, morenas. Otro destrozaba un coche de lujo y apenas se extrañaba de la hazaña deportiva.
La niebla de la tarde-noche del viernes dio paso a un espléndido día del sábado. Una jornada memorable donde, por fin, se pudo completar el camino que antiguos ingenieros hicieron para acceder a los pantanos. El primer tren (y el más barato) condujo al destacamento a las alturas. Desde allí hubo buenas vistas, con el incipiente manto blanco que adornaba el Puigmal. Dudas (como siempre) en el camino inicial de bajada y ese regalo que ofrece madrugar y situar tu chasis corporal a tanta altura. La mente se abre a esos perfiles que dejan entrever las brumas matinales. La silueta de los caballos parecen modelos recortados por los primeros rayos del sol. Ya hay hielo y esos carámbanos que adornan los márgenes de los arroyos. Un frío que propició algún quiebro al pasar alguna piedra. El hielo apenas se veía pero sí un camino que subía y bajaba sin parar. El refugio de Coma de Vaca fue un alto en el camino para continuar por un recorrido ya conocido y afrontar el reto: llegar a comer a Bruguera pensando en la bendita “agua de cebada”( las frías cervezas con estrella en la nevera), en los cestos preparados para “caçar, buscar, collir bolets”. El ágape nocturno habitual no fue frugal. Como siempre. Y dio paso a una sobremesa de las irrepetibles. Así como en otras ocasiones los cantos y jolgorios eran habituales, en esta ocasión el argumento de una película dio paso a sesudas intervenciones sobre la inmigración, el racismo, Palestina, Israel y temas afines. El nivel era más elevado que el de cualquier universidad. ¡Cuánta sabiduría circula por estas mentes! Algo ayudaron gotas y más gotas de una botella del Sr. Daniel's Don Jack (sin dar tiempo a comparar las diferencias entre su método de destilado de Tennessee con el bourbon) y otros destilados. El atleta tuvo que hacer café bien cargado con esta disculpa: “Es que si no me lo tomo, no puedo dormir” (cita textual). También alguien citaba al estroncio, una sustancia que tenía el vino.
No obstante, también en esta ocasión hubo otro hecho inédito: el nuevo invitado aportó una gran caja de croissants de muchas clases. Daban ganas de cogerlos. Pero, ¿quién se atrevía? ¿Por qué no? Ojo avizor estaba el insigne atleta. Cuando veía que alguien cogía uno, ponía en marcha su calculadora mental y le traducía la gula del croissant: “Lo que has comido se traduce en veinte minutos de esfuerzo (o media hora de bicicleta, una hora corriendo o 500 metros nadando)”. Y si cogías también un chupito, inmediatamente te sumaba veinte minutos más de esfuerzo para quemarlo. Hubo quien se puso como penitencia no comer ninguno, otros cogían uno cuando el atleta se distraía, y habrá quien aún debe estar haciendo ejercicio atrasado por los que comió. Pero el atleta consiguió parte de su objetivo: aquella caja de croissants no se acabó.
El domingo se llenaron más cestos, hubo limpieza de hongos y tertulias matinales sobre temas divinos y humanos, después de un copioso desayuno. Los temas pedagógicos aparecieron, (más bien hazañas y batallas de clase con educandos que no se dejan con facilidad, son discípulos díscolos) relatados con amplios detalles por quien lo sabe adornar todo con su memoria prodigiosa. Alguien le recordó que todo le pasaba porque aún no había hecho las programaciones, sin tener en cuenta las competencias. También se oyó una frase en un contexto concreto, como si fuera el diagnóstico moderno a un mal actua de algún alumnadol: Negativismo desafiante e hiperactividad oral. Y eso que el docente es competente en casi todo. Dicho lo cual, entre comidas y bebidas se volvió a la ciudad, con cierta pena por el buen ambiente en un lugar al que sólo se va una vez al año. Podrían ser más veces.

Otras hazañas

La anterior etapa del Meridià, por algún relato llegado a este plumilla, ya que no fue, debió de ser de ambiente alpino, con prados, animales y paisajes dignos de ser mirados. No obstante, los espías del plumilla en la etapa transmitieron con urgencia que, a siete kilómetros de Vidrà, más de la mitad de la columna se insubordinó. Abandonaron la ruta oficial y tomaron un atajo que parecía más evidente que real. Debieron encontrarse con un gran cortado delante de sus narices y tuvieron que deshacer lo andado. Una hora más tarde debieron llegar al final de la etapa. La unidad de castigos no debió atreverse a incoar expedientes disciplinarios. Había mucho mando que debía sufrir un castigo ejemplar. Por lo que se optó por indicarles que el GPS tiene más razón que un atajo.
Otro destacamento partió hacia la ruta dels Castells de la Segarra. Y dio con la abuela de un campeón motorizado, quien fue muy locuaz con un personal que también debió apostar a loterías que no les sacaron de su situación actual.
Tiempo después, GRMANIA recibió un SOS urgente. Una ilustre y submarina Grmana fue atacada por un animal de cuatro patas y su estado posterior al accidente merecía atenciones. La preocupación fue inmediata, hasta que se vio que el cuadrúpedo debía ir más suelto que el amo. Dicen que alguien dijo que era un buen semental (el caballo, se cree). Y rumores sin confirmar distribuyeron un bulo por Internet que insinuaba que la ciclista esperaba dejarse sorprender no por sementales caballos sino por otro tipo de bípedos animales más humanos. La realidad es que, afortunadamente, todo quedó en un gran susto y en una bicicleta destrozada.
Para completar los preámbulos de personal tan activo, otro insigne Grmano vino tan embelesado con el otoño de La Mola en su retina que organizó una salida matinal en sábado. Los buenos principios deben tener mejores finales. Y qué mejor que la concelebración en torno a una alargada mesa y unas buenas migas, con sus contundentes ingredientes. Genial la idea y su ejecución. Por no hablar de deportistas destacados y una insigne moza que está que se sale. Y el abuelo que no para.

Y ahora volvamos al presente y recuperemos el tiempo invertido en la última etapa con la misma pregunta:

¿Dónde está Sant Martí Sescorts?

Hasta allí debíamos llegar pero ni fue fácil ni llegaron todos. De hecho, la lista inicial se vio reducida por justificaciones diversas. Hubo buen ambiente en la parte final del autocar. Como siempre. La refriega dialéctica dio un repaso a la actualidad mundial. Pocos temas quedaron sin tocar. Todos humanos. Y todas las crisis habidas y por haber. Alguien jugó a adivino quiromante y su bola debió detectar algún atisbo de superación. Dijo entrever repuntes, curvas ascendentes hacia la salvación universal. De momento el paisaje sí dejaba ver puntas de algún castillo situado en las alturas, casas en lo alto y brumas que escondían las heladas del Ripollès. Las nieblas matinales parecían teñir el ambiente económico y también el meteorológico del día de autos. Desde Sant Quirze de Besora hasta Vidrà, las curvas de la serpenteante carretera descubrían un otoño ya marchito y anunciaban que el punto de inicio se acercaba. Nada más llegar alguien advirtió de una fonda llamada “Escarra”. Dejado llevar por la traición de su mala lectura, del subconsciente político y de frases ya célebres, inmediatamente replicó: “Pues los andaluces sabemos que allí también se pagan impuestos; o no se pagan, como aquí”

El cielo, amenazante

Las mochilas bien pertrechadas de atuendos diversos tenían razón. La aparente claridad matinal debía ser un espejismo que preconizaba un cambio de tiempo inminente. Los 997 metros de altura de Vidrà situaban el camino por encima de un río que se veía muy abajo. Senda vallada, vistas fantásticas y llegada a un punto con buen nombre: la Tosca dels Degollats. Espectacular roca con diminutas gotas de agua que discurrían por un recorrido marcado por los años. A continuación esas gotas tan turísticas cambiaron de origen y las nubes empezaron a ofrecérnoslas de forma persistente y vertical. Buen momento para atender necesidades primarias y rebuscar por las mochilas. De allí salieron capas protectoras y curiosos paraguas. Quienes no los llevaban eran delgados corredores que se entrenaban por aquellos caminos, provocando cierta envidia a algunos comensales. Menos mal que las botas y los líquidos destilados ayudan a entonar los espíritus. Las costumbres cambian. Más alcohol y menos dulce. Años ha por estas fechas prenavideñas los polvorones circulaban por doquier. Ahora el peso sí importa.
Agua por arriba y por abajo. El personal tuvo que traspasar y vadear varias veces algunos ríos. Todo estaba preparado. La serpiente multicolor en fila india fue pisando por las piedras que tocaban, sin incidencias destacables. Pero en el mojado ambiente ya se fraguaba la disección del grupo. La humedad persistente provocó una mirada hacia el interior (de las vías respiratorias primero) e hizo prevalecer la salud a llegar al final de la etapa por el recorrido marcado. Una parte importante decidió que estar sobre cubierto en el bar de la cooperativa del pueblo más cercano, Sant Pere de Torelló, permitía mojarse por dentro con tranquilidad y relajación, en agradable conversación y mejores aperitivos. Loable decisión que fue acogida con éxito. No obstante, hubo penitentes amantes del camino que osaron seguirlo, a pesar de las inclemencias meteorológicas y las dudas del GPS.
Quienes lo siguieron quedaron maravillados por una manada de caballos que se movían con ritmo. Parecían de calendario ecologista. Su esbeltez fue muy admirada por quien sufrió una agresión equina días antes. Y algo debieron observar porque la miraban con interés.
Las dudas del GPS fueron mínimas. Todo correcto hasta que se pidió orientación a ciclistas. Aquí entró en marcha la subjetividad, lo que dio lugar a las pérdidas por los paisajes de Osona. También se descubrieron partes ocultas de la comarca: masías más auténticas que las del anuncio de las pizzas de aquí, que en su día fueron espléndidas, condenadas al paulatino abandono, sólo habitadas por animales y por tractores parados, con estanques con patos, animales de pluma pero sin gente a quien preguntar. Otro ciclista aún confundió más. Al final el gran rodeo de más de ocho kilómetros reafirmó la constancia y el esfuerzo del grupo. El paisaje de campos ocres, niebla y humedad situó a quien caminaba en ese ambiente propio del lugar. La pregunta era: “Pero,..¿dónde está Sant Martí Sescorts?” Un conductor de un coche ayudó a situar el punto final donde esperaba el autocar. Antes, las granjas de la zona confirmaban la industria de la comarca. Alguien muy documentada explicó que en Cataluña hay 44 millones del género porcino (evitemos la palabra original), que se los llevan a muchos sitios de Europa y aquí quedan los purines y otros restos orgánicos. De granjas había por doquier. Olores típicos, salas de despiece y el pueblo.

Finales

Costó llegar a donde estaba el grueso del grupo. Hoy los conductores parece que sólo saben guiarse por el GPS. Aquellos fiables mapas en papel para algunos ya pasaron a la historia. Y, claro, el aparato programó una gran vuelta y le llevó hasta la entrada del túnel de Bracons. El rodeo fue curioso. Menos mal que el cambio de sentido condujo a todos al bar susodicho. Un sitio recio, con lavabos masculinos como los de antes del diseño, partidas de cartas y fuertes olores a humanidad fumadora. Las cuatro horas de espera a quienes acortaron el camino les sirvieron para resolver asuntos de loterías y cuentas diversas. Todo acabó bien, como siempre.
Y, como siempre, acudamos a la inteligencia ajena para finalizar, y si es la de una mujer, aún mejor. La actriz belga Vanessa Van Durme, aquel día, declaró a EL PAIS:

"Las mujeres nunca decimos del todo la verdad, no lo olvides. Para que las cosas funcionen tenemos que haceros creer que sois más inteligentes, ese es el secreto, querido, acariciar la testosterona"

Evaristo
Terrassa, 5 de diciembre de 2010
http://afondonatural.blogspot.com

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