sábado, 4 de octubre de 2008

Novena etapa del GR1, entre el Molí d’en Vilalta y Gironella

¿Agua?, sólo en los pies



GRmanas y GRmanos:

Sobre ecuaciones de muchas incógnitas – Sobre aguas y lavados de bajos – A cerca de pastoras muy bucólicas - Micciones muy protegidas – Comidas con buen clima.


El sábado amaneció con el suelo mojado, lo cual podía parecer un pronóstico de lo que se avecinaba en una jornada que pretendía adentrarse “en el ojo del huracán”. O sea, decían que llovería allí y el destino final era ése.
Las bambalinas de cada etapa sólo están al alcance de ciertos comités de personas con trabajo extra. En esta ocasión la pulverización de las neuronas se agudizó con la famosa ecuación del tiempo. Una prueba matemática de muchas variables que nuestro coordinador creó a base de mucho insomnio consultando el oráculo de la Agencia estatal de Meteorología. El cometido de estos gabinetes de consulta es variado, depende de cada circunstancia. Algún día habría que publicar las historias ocultas que implican la coordinación de este grupo humano. En esta ocasión, alguien no recordó los elementos del gabinete de crisis, nombrados en la última asamblea, y abogó por una reunión consultiva y urgente de dicho comité. En vez de eso, se formó en la sombra digital “un sanedrín”. Los mensajes se sucedieron sin parar. Se trataba de ir más allá que las nubes, interpretar la quintaesencia del Meteosat, adivinar si llovería o no cuando los tantos por ciento fluctuaban pero no desvariaban. Al final, las ganas de volver al tajo andarín pudieron más que los pronósticos y el tiempo puso el resto. No llovió en general, aunque agua hubo y, por cierto, muy higiénica

Gotas y remos

Aquellas gotas iniciales sobre el asfalto no quedaron ahí. Las humedades matinales también limpiaron el parabrisas del carruaje con motor. Y la prevención del personal hizo que algunas mochilas apenas podían cerrarse por tanto recambio junto. No obstante, el detalle que levantó más sospechas fue ver a nuestra submarinista de élite con una mochila especial, por si acaso. Porque, si de lo que se trataba era que llevaba el neopreno, su olfato acuático podía causar estragos en el resto. Pareció que no le hizo falta. Ahora bien, los gurús del sanedrín arrugaron el entrecejo cuando aquellas gotas en el autobús podían avivar la polémica entre ir o no ir, quedarse o cambiar de planes: ser o no ser caminantes aquel día, esa era la cuestión. Y fue la claridad, el amago del falso sol en días con nubes amenazadoras, las circunstancias para caminar con la espada de Damocles encima.
Como el tema era propicio, qué mejor que hablar del remo. Ella decía que se presentaba a la etapa cansada por remar la noche anterior. Al ser preguntada si lo había hecho en seco o en mojado, aclaró su nueva apuesta con un tipo de remo largo, duro, consistente pero pesado. Dice preferirlos de fibra tipo kevlar. Ha empezado a competir en un tipo de embarcación antigua, el iagout, en Lloret de Mar, pero sólo remaban mujeres.
Días después, fuentes bien informadas aseguran que en algún sector se continúa hablando de agua pero marina. Al parecer, dos Grmanos hombres se están introduciendo de forma sibilina en el mundo de la náutica. La primera sesión de navegación marina la acaban de recibir. Se supone que ya no confunden un cabo con una cuerda. No se sabe si sus miras pueden estar en la inversión, a corto o a largo plazo, en algún tipo de embarcación que los distinga del resto de los mortales de mochila.

Aguas dulces

De entrada, la zona inicial del molí d’en Vilalta debió estar muy bien buscada por quien molía. Agua por todas partes que desaguaba en la riera de Merlés. A 500 metros sobre el nivel del mar, la frondosidad de esta primavera era la antítesis de los lamentos por la sequía de no tantos días atrás, con cañería incluida. Era una muestra de cómo las preocupaciones temporales evolucionan. Mientras, los charcos se sucedían, la riera Regatell parecía un río y algunos caños de las fuentes no daban abasto. Tanto verdor de golpe impactaba, miraras a donde miraras. Nuestra experta en botánica no daba abasto a identificar flores. O a invitar a degustar algunas de pétalos azulados que ella comía en su más tierna infancia. Y, a decir verdad, eran gustosas.

Lavado de bajos

Ni los perfiles de la maquinaria digital GPS ni los mapas a la vieja usanza (en papel) detectaron con tiempo que tanta agua daría lugar a ejercicios diversos si es que se quería proseguir el camino. Los oteadores que iban en avanzadilla luego se percataron de que la primera dificultad orográfica más bien era hidráulica. Una riera se interfería en el camino a modo de reto. Iba con agua suficiente como para hacer trabajar las neuronas. El paso era obligado y los caminos posibles sólo daban una opción: cruzarla. Hubo intentos de instalar supuestos pasos con maderas de la zona. Pero como que no. Por tanto, no quedaba más remedio. Había que dejar al aire las zonas más bajas del cuerpo y enfriarlas. Fue un buen motivo como para componer otra cara de GRMANIA: que si me tengo que sentar para quitarme el atuendo, que si resbalo, no salpiques, el agua está fría, a ver si te caes como aquella vez le pasó a…, mira por dónde y no he traído toalla, por fin un día me lavo los pies, ahora con qué me seco. O bien, pensamientos futuros por si otra riera obligaría a lavarse otros bajos que están un poco más altos. Por primera vez, todo el personal tuvo que enseñar los pies en agua dulce. Y quizá fuera por el tono del agua fría de aquel momento, o porque las varices bombearon mejor la sangre, el caso es que esta etapa se acabó más pronto de lo planeado.

Bucolismo

Tanto verde, tanto pasto, tanta explosión ardorosa de la primavera tardía desembocó en un alto en el camino para saciar alguno de los apetitos. Parada digestiva que también sirvió para coordinar la comida de hermandad que cierra la temporada. Y para buscar a una pareja de expertos cocineros que pretendían guardar su secreto de maestros en el arte del rancho para colectivos. Pronto nos mostrarán sus habilidades culinarias.
De nuevo en ruta, con las botas casi vaciadas y cierta alegría corporal por la recuperación de las calorías perdidas con pasos honrosos por frescas rieras, alguien del grupo trasero revivió en voz alta sus más tiernos deseos de la infancia. Al paso por un corral de ovejas, ella no pudo menos que proclamar en voz alta que una de sus ilusiones profesionales hubiera sido ser pastora. Y las miraba con esa ilusión de la más tierna infancia. Dentro, el pastor casi a punto de jubilarse quizá le hubiera cedido de buen gusto la cacha, los perros y el caliqueño si se lo hubiera propuesto en serio.


Búsqueda

El Lluçanès debe guardar sus mejores secretos al aire libre. Puede que estas circunstancias meteorológicas y primaverales brindaban una ocasión única para contemplar una alfombra tan verde, tapizada por el colorido de las amapolas y otras especies. La diseminación de las pocas casas daba aún más protagonismo a unos campos que pronto cambiarían de tonalidad. Al fondo, siempre estaba la referencia del prePirineo y cerca, un pequeño pueblo famoso por tener uno de los mejores restaurantes de la zona, Sagàs, a 740 metros. Pero el GR fue directo a la iglesia de Sant Andreu de Sagàs, situada en un promontorio con unas escaleras que invitaban a la típica foto de grupo. Era románica, con panel explicativo fuera y porche con diversos carteles que anunciaban o buscaban: quien quisiera ir a misa tenía sus horarios; si en la zona había matrimonios en potencia para el 2008, allí los preparaban; quien quisiera ir a Lourdes en el 41 peregrinaje, allí le informaban; y también anunciaban que las vocaciones nativas eran responsabilidad de todos. Era una iglesia románica con mucho contenido.

Sonidos

La quietud y tranquilidad de la etapa se veía alterada por algún tractor o por la alegría dicharachera de los pájaros que parecían mantener discusiones inacabables en las ramas. Es la primavera, hermano. La perspectiva del paisaje poco a poco dibujaba la perspectiva de las montañas que hay encima de Berga. Altitudes con el monasterio de Queralt en medio y con el recuerdo de muchos sudores de algunos componentes de GRMANIA no hacía tanto tiempo atrás. Carreteras que se van abriendo por en medio del paisaje a modo de dentelladas al terreno. Movimientos de tierras para hacer balsas, construir puentes y asfaltar la rapidez en movimiento. Y ruido, mucho sonido de tubo de escape en la lejanía. Olván, a 555 metros, tenía enfrente una pista de entrenamiento para motos de trial. Enormes desniveles afrontados a todo gas, con motores que empujan con rapidez. Casi enfrente, algunos recuerdan otras muy pronunciadas subidas y bajadas a Rasos de Peguera, empujados sólo por las justas fuerzas del fuelle humano.

Micciones

Uno de esos que se dedican a hacer estudios de cualquier ocurrencia dice que cuando hay agua que corre se excitan algunos esfínteres corporales. Por eso al lado de las fuentes es habitual que haya un letrero con la prohibición de juntar aguas menores con las emergentes naturales, estén o no analizadas por el laboratorio de Oliver Rodés. En cada etapa es habitual la diseminación del personal para menesteres muy íntimos. Pero lo que no es normal es que alguien detenga la marcha de todo un grupo sólo porque un ilustre atleta avanza unos pasos y se regodea pareciendo hacer de la necesidad virtud. Mentes que van más allá sugerían otras habilidades manuales. Pero en estos casos siempre hay una voz que sitúa las habladurías en su sitio: una cosa es la necesidad y otra la diversión. Después de esto, prosiguió la marcha.

Climas

El final se acercaba, aunque para llegar había que sortear pasos asfaltados con curvas muy pronunciadas, falta de marcas por movimientos de tierras y atisbar para comprobar que las primeras casas de Gironella eran aquéllas que se veían en lontananza. La llegada tenía un objetivo importante, la búsqueda del casal La Llar. Allí ya habían preparado las mesas quienes acortaron la etapa con el autocar.
El local daba seguridad, no tanto por el sitio sino por ser la primera vez que uno come con una ambulancia medicalizada al lado y a punto. Se supone que nada tenía que ver con que este sitio fuera frecuentado por terceras y cuartas edades, refugiadas allí también por un anuncio en la puerta: “local climatizado”. Debía estar oculta esta maquinaria porque sólo se veía un espacio tipo almacén, con antiguallas como máquinas de coser, instrumentos de gimnasia inoperantes y sillas modelo posguerra. Pero la ambulancia estaba enfrente. Y, en una esquina de la sala, había una cartelera que en nada se parecía a la de la iglesia de Sagàs. Aquí la tercera juventud iba más a lo terrenal y a lo práctico: la cena de Navidad, vacaciones del Inserso en Mallorca, taller de manualidades, viajes culturales.
Los comensales se entregaron a los placeres digestivos entre risas, bromas y anécdotas curiosas. Mientras los espontáneos que tan eficazmente se transforman en camareros atendían las demandas del personal, los diversos temas que se tocan dan que pensar. Una facultad ésta que le sirvió a nuestro filósofo para enseñar con un ejemplo extraído de uno de sus brillantes discípulos, el cual, ante la invitación que una vez le hizo para que pusiera en práctica la facultad de pensar, le respondió: “¿Y eso cómo se hace?”.

Y, para cerrar pensando, aquella otra cita de Basilio Martín Patino quien, en su libro “La seducción del caos”, escribió:

“Nada sigue siendo tan engañoso como las evidencias”


Evaristo
Terrassa, 10 de junio de 2008
http://afondonatural.blogspot.com

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