martes, 21 de agosto de 2007

Etapa del GR92, entre Sant Climent de Llobregat i Garraf

Por fin GRMANIA “sale del armario” en el Garraf



Grmanas y GRmanos


De cómo el título de esta epístola es por aclamación popular – de cómo las retinas quedaron deslumbradas por paisajes físicos y destapes humanos en un parque que, también, nos enseñó sus encantos naturales – de cómo fue la evolución de la CORTA a la RECORTA para atrevimientos que pasarán a los “anal-es” de la historia GRmana – de cómo se fue calentando el ambiente hasta la “salida del armario” en los alrededores de Sitges – de cómo transcurrió el primer macrobotellón al lado de la playa.




Nunca hasta hoy un titular de una epístola o gacetilla fue tan democrático, sugerido y sugerente. Las paredes del castillo de Eramprunyà, además de ser testigos de tantas hazañas históricas más o menos ardorosas, también habrán recogido los comentarios que por allí se dijeron mientras corría el vino, se consumían viandas y frutas más o menos simbólicas de algo más. Un titular que pretende dar fe de la historia de la última etapa de la temporada, en la que se echó en falta a distinguidas personas que están en dique seco, refugiadas en los libros o vaya usted a saber qué otros motivos alegan. Dar fe de que el trabajo a la sombra de nuestro orientador de mapas y GPS sirvió para guiarnos hasta nuestro destino final en el pueblo de Garraf. Y animar a quienes convalecen y preparan la próxima temporada, aunque deban consolarse con aquello de que “el descanso también forma parte del entrenamiento”.


Las cerezas del “Jerte catalán”

Una de las ventajas de los GR es que pueblos casi ignorados pasan a la lista de pateados. Sant Climent de Llobregat, a 87 metros sobre el nivel del mar, nos recibió como si fuéramos un destacamento de inmigrantes que iba a recoger las cerezas que ya no existían. Pero algunas sí estaban a la vista de supuestos amigos de lo ajeno. Justo ese fin de semana se celebraba la 31 edición de la Exposición de Cerezas, cestos decorativos que dan fe de una comarca que produce el 33% de las cerezas catalanas, en una superficie de 288 hectáreas. 30 variedades de este libidinoso y placentero fruto, tan usado para diversas e insinuantes artes. Enfilando el pueblo desde la plaça Francesc Macià hacia la salida del Cementerio, con terreno más elevado (como casi siempre son nuestras salidas), se abrían los campos de cerezos. Hubo quienes, casi como aves de rapiña, se imaginaban los árboles llenos del fruto rojo. Nada. Las fincas con alambradas sólo enseñaban los árboles despojados de sus frutos. La resignación inicial se vio compensada por el afán de saborear esa fruta “prestada” que tan bien sabe. Algunos tuvieron suerte y, balanceándose en la tela metálica protectora, alcanzaron algunas ramas espléndidas. La carnosidad, los azúcares en su punto, la insinuación de esa fruta prohibida por ser de otro, la sospecha de si no podía repercutir negativamente en el intestino después, la posibilidad de que el amo te haya visto, todo ello formaba parte del ritual. Un efecto colateral fue que, tan contentos ellos, se olvidaron de las marcas y se perdieron. Varias rieras fueron marcando el territorio: riera de Salom, riera de Sant Llorenç. Después, Can Amat, font del Miracle y la urbanización de Bruguers, la cual anunciaba el santuario de Bruguers. Los de la fruta prohibida tuvieron que llegar hasta aquí por el borde de la carretera, sorteando enormes camiones que iban o venían de una pedrera cercana. Una de tantas como hay por la zona del Garraf.


Un desayuno “picante”

A 235 metros sobre el nivel del mar se encontraba el santuario de Bruguers. Allí se empezó a entrever una constante en toda la etapa: un grupo muy rápido y otro más pausado. Ambos, por supuesto, fueron reencontrándose, tal como marcan las normas. “Els misteris de glòria” rodeaban a esta ermita, un lugar donde ya nuestro experto en “calentamiento global” dejó caer alguna frase sobre la supuesta relación entre pérdidas femeninas en excursiones y bajada de prendas interiores. Y lo decía a la puerta de una ermita que aún conservaba los pétalos de rosas de una ceremonia nupcial muy reciente, quizá lo insinuó pensando en lo perdidos que debían estar a aquellas horas la pareja recién casada.
A continuación, empinada subida hacia el castillo de Eramprunyà, a 438 metros, lugar de gratos recuerdos para quienes, años ha, pasaron por aquí en un mes de noviembre mientras participaban en la Marxa del Garraf.
Cuando unos llegaban otros ya estaban en los postres. Las conversaciones empezaban a caldear el ambiente posterior. La euforia del vino, el calor ambiental y la primavera debieron ser la causa de la posterior hilaridad. Motivos hubo variados. Por ejemplo, ese hombre que acariciaba con los dientes y luego comía un plátano y que alguien lo contemplaba con deleite. O la tertulia en torno a los ingredientes de las paellas: con cigalas para unas, con almejas y conejo para otros. O alguien que habló de una paella gay, o de una pastilla rosa. O nuestro atleta de élite que ofreció la posibilidad de hacer algún tupper-sex, como para dar trabajo al sex-shop que inauguró un corredor en Rubí. O quien se imaginó una tienda de condones enfrente de Correos. Con tal buen ambiente casi nadie sospechaba que el desenlace de la playa de Garraf se iba anunciando y estaba servido.
También hubo tiempo de contemplar la enorme panorámica que se veía, miraras a donde miraras. Incluso Montserrat despuntaba detrás de un montículo, como queriendo no ser visto. El Baix Llobregat y el delta del río del mismo nombre se ofrecían ahí enfrente, con dos pistas: la de agua del canal olímpico de Castelldefels y la que está en construcción del aeropuerto de El Prat. Mientras en una se reflejaba el brillo del agua marina olímpica en su tiempo, en la otra eran los vidrios de los coches los que delimitaban un entorno que anunciaba que los aviones, las ilusiones y los largos destinos nacían o acaban allí.


La competición más disputada por el primer puesto

Antes de llegar a La Morella, donde se encuentra una cruz y el vértice geodésico que anuncia los 595 metros, las primeras líneas fueron testigos de una de las luchas más apasionantes en el camino. La casualidad hizo que un grupo de GRmanos fueran hablando de la supuesta rivalidad de Alonso y Hamilton en la última carrera de Fórmula 1 de Montecarlo. En ésas estábamos cuando, en lontananza, pudimos asistir a la lucha casi encarnizada entre nuestro jefe de personal, que quería defender su merecido primer puesto, contra la velocidad perseguidora que imponía un insigne empresario del ramo de la pintura. “Yo aquí sí pinto algo” debía ir pensando cuando lanzó un veloz ataque. La carrera mantuvo en vilo y en tensión a los espectadores de la segunda fila hasta que las cosas quedaron en su sitio y, tanto a vencedor como a perseguidor, hay que felicitarlos por la emoción y el esfuerzo que le pusieron.
Allá arriba estaba la cruz que lo veía todo; detrás, el parque natural del Garraf i Olérdola; al lado, la última capa del enorme basurero con que se debió rellenar ese gran agujero que a saber qué guarda en su seno. Y, bastante atrás, el grupo que caminaba a su ritmo. Repliegue general, la inmensidad de una vista que a más de uno les hizo ir hasta el infinito y más allá. La costa recortada se extendía hasta donde permitía la bruma. Siguiendo hacia el sur, a aquella hora en Sitges había una reunión de empresarios con el jefe gubernamental de León. Más abajo, en Tarragona, desembarcaban esas personas de países pobres no acogidas por Malta. Y nosotros, desde lo alto, situados a otro nivel. Hasta hubo quien se situó aún más alto y se dejó fotografiar en posición de Cristo a los vientos. De sobra sabía él que, dentro de poco, a nivel de playa también lo retratarían pero enseñando otras partes.


Palmitos y simas en un parque natural con encanto

Ya de bajada por en medio del parque del Garraf, hubo que dejar a un lado la inmensidad del basurero para sortear profundas simas, típicas del paisaje cárstico de la zona. Las 12.376 hectáreas conformaban otro tipo de paisaje, con el palmito y la vegetación baja como característica, cruces de caminos, el mar al fondo y barreras en las carreteras para detener a vehículos que se enfilaban desde Castelldefels por esa mítica subida que algunos ciclistas denominan como “el Angliru catalán”. Al otro lado, Plana Novella y su monasterio budista. Hacia abajo, trotando, llegada al centro de interpretación La Pleta, a 350 metros, una masía modernista situada a la entrada del Parque natural. Dentro, dos encargadas o funcionarias. La primera, servicial y muy atenta, vendía mapas a dos euros. La segunda, funcionaria de la vieja guardia, te regalaba los mapas. Y, más adentro, la exposición permanente titulada “El Garraf, bressol de l’espeleologia a Catalunya”.
Sin parar de bajar por un camino zigzagueante, aún hubo que descubrir otra gran cavidad de fabricación humana: una inmensa pedrera en proceso de vaciado. Quizá acabe como la ampliación del basurero. O no. Con el mar al fondo y el sol encima, los caldeados ánimos ya ansiaban llegar al agua y a las neveras del primer macrobotellón, en Garraf, a 20 metros sobre el nivel del mar. Mientras, se preparaba la atrevida sorpresa de la jornada.



De la CORTA a la RECORTA

Una cuadrilla de ocho atrevidos GRmanos sacó de sus archivos la idea que se fraguó el año pasado durante el baño en la playa de L’Escala, al final de la etapa del GR de junio. Se trataba de sorprender al respetable con un baño en tanga.
Rápidamente se puso en marcha la CORTA (Comisión por la Recuperación del Tanga). Viendo que los paquetes encogen en el agua, nuestro ilustre nadador de élite valoró la posibilidad del que “la tanga más corta” y subtituló a dicha comisión como la RECORTA. Y se produjo el movimiento de búsqueda del tanga adecuado. Dicho nadador dio con los restos de un modelo de majorette de los pasados carnavales de Tenerife. ¿Problema? Era de mujer y las pruebas periciales demostraron que no tenía la suficiente cazoleta delantera como para sostener la paquetería masculina. Desestimado este textil, también se desechó otro modelo con pajarita delantera, traído de Sitges y cuyo precio era inversamente proporcional al tamaño de la muy escasa tela. Al final, el modelo escogido no era excesivamente descocado, era versátil y listo como para lucir los blancos mofletes traseros en toda su amplitud, con una línea de tela que cosquilleaba muy gratamente los interiores. Otro problema colateral fue que nuestro ilustre orientador de GPS estaba en la lista de escogidos pero por causas ya conocidas, no pudo asistir. Hubo que buscar sustituto y no fue tarea fácil. Hasta que nuestro ingenioso GRmano que se estira y descansa en cualquier alto del camino, se decidió a participar y llegó a proclamar que tal descoque pasará a los “Anal-es” de la historia de GRMANIA.
Y allí se presentaron, en una playa que les tributó hasta aplausos por parte de foráneos, en un gesto de atrevimiento nuevo para ponerle más salsa al baño, y para simular qué podría significar eso de “salir del armario” si tanto cuesta a veces participar en una broma así. Bien fotografiados por delante y por detrás, en grupo, en parejas y solos, luego vino el agua fría que puso las cosas en su sitio y calmó los ardores del camino. Bromas aparte, con el tanga puesto se deseaba que nunca nadie deba tener que “salir del armario” para ser como es y vivir como quiera.


El primer macrobotellón

Las neveras destapadas colmaron la sed del personal con multitud de latas, bien frías y variadas, al gusto del consumidor. Los 43 céntimos del precio de compra de una lata en un supermercado se convertían en tres euros al otro lado de la pared que nos ofrecía sombra, de uno de los bares de la zona. El primer macrobotellón demostró, una vez más, la capacidad organizativa del grupo. Prueba de ello fue la intención de repetirlo alguna vez más, siempre que acompañe el buen tiempo y haya que huir de las “clavadas” turísticas.
Con estos ánimos ya se prepara la última experiencia de la temporada. Ésa que simboliza la anual eucaristía en torno al arroz elaborado con la colaboración de todos y todas. Una prueba más que verifica aquello que en cierta ocasión dejó dicho Emerson:

“En cualquier caso, las personas son siempre mejores de lo que parecen”


Evaristo
Terrassa, 5 de junio de 2007
http://afondonatural.blogia.com/

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