martes, 20 de febrero de 2007

Etapa del GR92, entre Tordera y Vallagorguina

Una etapa como las de antes en un parque natural como éste


GRmanos y GRmanas,

Incógnitas iniciales: ¿Qué son las cornicabras? ¿A qué vino la frase de que funcionaba mejor con un toque suave y acariciándole el culo? ¿Cómo se hace un link en una etapa mientras se camina? ¿Qué hacían unos GRmanos dentro de unos lavabos femeninos? ¿Se le avecina un peinado fiscal a GRMANIA?¿Por qué hay gente que a este grupo empieza a denominarlo como JARRAMANÍA? ¿A quién le llama “El azote de GRMANIA”?
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Como, según el refrán, quien avisa no es traidor, los redundantes mensajes preventivos ya alertaban de que esta etapa no sería como las habituales. Más bien recordaría a las de antes, a aquéllas en que subir y bajar no era precisamente pisar escalones hacia una idílica playa. Los expertos planificadores de perfiles ya habían dibujado una curva algo diferente a anteriores recorridos costeros. No se trata de establecer hipotéticas comparaciones entre dificultades anunciadas y supuestas ausencias justificadas. Pero la relación evidenciaba que faltaban caminantes. Se perdían uno de los mejores recorridos por el Parque natural del Montnegre i El Corredor.

Nuevas visitas

Quienes sí estaban eran nuevos espíritus inquietos que visitaban por primera vez a esta hermandad, el día en que se repartió una pieza del atuendo oficial. Nuestro experto en GPS (aparato que ya solicita urgente modernización con relevo obligatorio) se vio no gratamente sorprendido porque ya no era el más joven del grupo. Una joven promesa, vástago de ayudantes del jefe de personal, le quitó ese pasajero privilegio (“juventud, divino tesoro”). Un joven arquitecto muy viajado acudía a cobijarse en un grupo andarín que destaca por lo que para su profesión no tiene, o sea, no edificio físico y sí sede virtual. Pocos planos de edificios reales nos podría diseñar. Sus viajes por medio mundo parecía que necesitaban redimirse en un largo paseo con esta compañía. Aires jóvenes, cultos y con mucho futuro. Semejaba que tenía que haber recorrido medio mundo para descubrir a estos viajeros a pie de aquí al lado.
Y, alerta, nuestra segunda nueva visita pudiera levantar ciertas sospechas debido a un inocente mensaje que este plumilla difundió por la red con mucha inocencia y nula picardía. Este chico para todo tuvo el atrevimiento de anunciaros que había pagado la estampación de las camisetas con el perdón de cierto tributo a la Hacienda somos todos. ¡Válgame Dios! Tal atrevimiento digital pareció retar a esta noble institución y, si tú no vas a ella, ella viene a ti y lo puede hacer disfrazada de aplicada caminanta. O sea, una persona de la alta inspección central de Hacienda se presentó de incógnito, mientras los más incautos se referían a los volátiles billetes de quinientos euros, los ahorros por no olvidarse de satisfacer algo obligatorio o el último ladrillo contratado. Aviso a navegantes: ¿se avecina un peinado fiscal a los añejos legajos con las cuentas de GRMANIA desde hace más de diez años? Imaginamos a nuestro coordinador general clasificando, sumando y cuadrando cifras, como en sus añorados tiempos de bancario. Menos mal que, a requerimiento de este nervioso recadero, dijo que en esos momentos estaba fuera de servicio. De todas formas, demostró buen hacer, mejor caminar y, por tanto: bienvenida al club.

El inicio

La imagen inicial de esta etapa, como pasa casi siempre que hay invitados, fue de cierto caos. No deja de ser una buena y no estudiada táctica que desmoraliza al principio para, después, enmendarla y perfeccionarlo todo hasta la apoteosis final, es decir, la jarra de cerveza. También hubo nervios cuando el autobús se enfilaba por un camino de tierra. Quien quería sudar veía peligrar sus esforzados deseos porque el vehículo no se detenía y ya la adrenalina se disparaba. Las afueras de Tordera aún muestran campos de cultivo. Ojalá que el monocultivo del cemento no suplante pronto a los vegetales. Porque Tordera sufre la vorágine constructora de quienes no llegan a los precios de la costa y se conforman con sucedáneos en el interior. Encontrar el camino fue a salto de mata, se sortearon obstáculos y hasta hubo quien ya de buena mañana lavó uno de sus pies sin quererlo. Las marcas pronto aparecieron y ya se recuperó la confianza.
Las pistas fueron los caminos habituales en un parque único, cercano y, a la vez, alejado del mundanal ruido. La incursión en el parque del Montnegre produjo esa sensación de estar rodeado por una gran aglomeración humana por casi todas las partes menos por donde tú estás. Representa un privilegio estar en un espacio como éste, con castaños y hayedos desnudos que te recuerdan zonas más alejadas a pesar de estar cerca del mar, desniveles acumulados que hacen mella en las fuerzas si bien rellenan los pulmones y el ánimo de los beneficios del aire libre de los grandes espacios. A un lado el Mar Mediterráneo, al otro el macizo del Montseny y , en medio, poblaciones y grandes urbes. Más cerca de los caminantes, dos aguerridos atletas que ya estaban de vuelta, algunas motos, bastantes bicicletas, cazadores con un fuego encendido allí en medio y muchos de esos vehículos a los que el gobierno quiere prohibir que se salgan del asfalto.

El intermedio

La primera subida fue continuada hasta llegar a Hortsavinyà, a 492 metros. Casas dispersas, una iglesia, un centro de esos que ahora se llaman de “interpretación del medio” y una escuela con placas solares y tecnologías por satélite. Y un espacio con frías mesas que acogían a quienes iban llegando. Pronto el descanso se animó, y más cuando empezaron a circular las dos botas. Hubo quien recibió consejos para convencer a este recipiente de que se le da más gusto al usuario receptor del líquido si sabe tocarle y acariciarle el culo como se merece. La tertulia fue animada y distendida, hasta que la orden de partida nos enfrentó con una realidad que subía y bajaba. Preparaba a un nutrido grupo para empresas posteriores como los Tres Monasterios. Mientras, la vegetación caducifolia dejaba ver a esos almendros que, ya florecidos, se adelantaban a don Isidoro Álvarez cuando su gran almacén nos presagia, un mes antes del evento meteorológico, que ya es primavera en…

La continuación

La ligera subida post-desayuno sorprendió con el coll de Sant Benet, de 550 metros de altura. Un cruce de caminos con un pedestal en el que algunos ciclistas emulaban estatuas. Se hacían fotos adoptando posturas diversas con la bicicleta en el aire. Nuestro coordinador miraba con deleite y sana envidia tal proeza y pronto nos sorprenderá con la digitalización de su cuerpo encima de esas piedras, a modo de escultura viviente. Mientras, la primera línea o avanzadilla se acercaba a Sant Martí de Montnegre, un santuario espiritual y otro gastronómico cerca, situados a 476 metros de altura en medio de las 15.010 hectáreas del Parque Natural de Montnegre i el Corredor. En este punto se produjo una espera del grupo y se comprobó que también los walki talkis necesitan un recambio por un equipo de transmisión más potente. También los recuerdos de algunos andarines identificaron esta zona como el lugar en el que hay un abundante refrigerio durante la Marxassa, con cubitos de hielo, vermú y abundantes aperitivos incluidos. Esos individuos hasta husmeaban por los alrededores por si aún se podía ver (y, mejor tocar) a la chica de Martini. La espera para la unión grupal sirvió para que el experto en GPS colocara una marca en el suelo. Tan metido está en temas tecnológicos que a aquello que antes se hacía, que era marcar con un palo la flecha de la dirección en el suelo, ahora se le llama “link”. “Cosas veredes, amigo Sancho…”
La amplia pista condujo hacia el destino final. Aún quedaban restos de antiguas carboneras a los lados, vegetación mediterránea y un camino muy bien marcado. Invitaba a trotar, a hablar y también a despistarse y perderse. Eso se produjo entre las primeras unidades cuando, llegados a Can Mora no vieron el firo a la izquierda y siguieron adelante. Les hubiera hecho falta otro link en el suelo o más observación de las marcas. Al fondo estaba el destino final, a 222 metros Vallgorgina, un pueblo con rituales de brujería y el dolmen más mediático de Cataluña. Pero no así ese bar que nos acogió.

El final

El experto en otear este tipo de establecimientos públicos nos condujo a un sitio lleno de sorpresas. La principal, un sitio descuidado, con lavabos indecentes y un servicio de barra incalificable. El acomodo fue en zona de sol y de sombra. El autocar tuvo que acercar a este lugar una carga especial: artesanas aceitunas muy bien aliñadas por una pareja de expertos en este arte y la habitual tabla de embutidos preparada por la mujer de… La presentación en sociedad del fruto del olivo dio lugar a una conversación muy técnica sobre clases de aceitunas. Se decía que la allí presente tenía un nombre muy sugerente: cornicabra. Mientras la comida transcurría a la espera de la diligencia del servicio de barra, alguien creyó ver a unos GRmanos dentro del servicio de mujeres. Y lo hacían pendientes del entorno, como si pudieran ser cogidos in fraganti en cualquier momento. Alegaron después que tal operación clandestina era por la carencia de agua en la otra zona de los excusados. Lo que sí corrieron fueron las jarras, esos objetos que destacan en el calendario y que algunos extraños fusionan con nuestra denominación, con lo que crean otro nombre diferente en la forma pero parecido en el fondo: JARRAMANÍA.
A los postres se abrió el mercado de la camiseta marcada, con el reparto esperado y con algún pase de modelos textiles que, unas veces encajaban en los cuerpos y otras no. Como muy dice nuestro estimado Ginés, residente ahora en Lois (León): “¡Cómo se ponen los cuerpos con los años!”
La colecta de la cuota económica se vio incrementada por la espontánea colaboración de unos hermanos checos y eslavos que estaban en la zona de sombra. Debieron quedar tan sorprendidos de un evento tan extraño para ellos que patrocinaron al grupo con cinco euros, a fondo perdido. Por supuesto que es una prueba más de la capacidad de acoger a nuevos y extraños en un grupo sin fronteras.
Como muy bien declaró Alejandro González Iñárruti, director de la película “Babel”: “Mi película no contesta a la pregunta: ‘¿de dónde soy?’ sino más bien a la de: ‘¿a dónde voy?” (…) “Las auténticas fronteras, más que líneas físicas exteriores, están dentro de nosotros, son barreras del mundo de las ideas” (…) “Lo que nos hace felices como seres humanos puede ser muy diferente, pero lo que nos hace desgraciados y vulnerables, más allá de la cultura, la raza, el idioma o el nivel económico, es lo mismo para todos”.

Evaristo
“El azote de GRMANIA”
Terrassa, 14 de febrero de 2007
http://afondonatural.blogspot.com

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