viernes, 13 de octubre de 2006

Romería de Terrassa a Montserrat 2006

Progresamos adecuadamente, también en las romerías

Muy cerca, al lado de la sede episcopal de este obispado terrasense, en pleno centro de la ciudad, la plaza poco a poco se fue despejando de sus inquilinos habituales para dar paso a otros ocupantes temporales. Antes de que la concentración de profesionales del fuego lúdico pasaran por aquí (“dracs” de diferentes poblaciones), con sus habituales explosiones y ruidos, otras personas, pacíficas ellas, sólo podrían asustar a quienes por su sedentarismo se extrañaran de los kilómetros que tenían pensado recorrer, con nocturnidad y sin alevosía. Los cuatro Grmanos que llegaron primero, componentes del equipo organizador, poco a poco se vieron satisfechos por la concentración de romeros y romeras con ganas de marcha nocturna. Cada vez había más personas pero faltaba el obispo. Los múltiples quehaceres parece que no le permiten acudir a la cita anual, aunque sea sólo para saludar. Tampoco se le pediría que anduviera toda la noche por esos caminos de Dios. Aunque, bien mirado, este argumento quizá le podría motivar a buscarlo también en medio de las sendas bajo las estrellas.
Las tiendas cerradas daban paso al equipo nacional en la televisión (o sea, el Barça), a planes de salidas o de estancias caseras, al gusto que se debe sentir al no hacer nada o bien a prepararse para esos placeres del “sábado sabadete” del dicho popular. Todo ello podía ser el enemigo a batir por quienes dudaran entre venir o quedarse.
La plaza Vella, centro de paseo, de ver y ser vistos, de cruces de escolares de centros concertadas, parecía estar a la expectativa de las dos concentraciones citadas antes. Mientras algunos comerciantes protegían sus negocios del fuego enemigo con cartones (o sea, se convertían por momentos en acaparadores de cartones), los peregrinos llegaban con cara de satisfacción y expectantes ante las incógnitas de la noche.
En esas estábamos cuando un presunto devoto y casi seguro aspirante a beodo, pululaba por la puerta catedralicia no se sabe si a la búsqueda de su fe. Su cosquilleo interior le inducía a buscar con fruición al padre prior. Hizo un primer intento de acercarse al grupo organizador pero un subalterno del coordinador general de GRMANIA apercibió al susodicho fiel de que quien él decía no era el padre prior. No contento con la respuesta, quiso comprobarlo in situ. Para ello se dirigió a nuestro jefe y le sugirió si era o no era la persona que buscaba. Por supuesto que le ratificó que no era con lo que, raudo y veloz, se introdujo dentro del recinto sagrado.
Allí dentro la ceremonia religiosa acabó con un discurso de nuestro enlace con los asuntos eclesiásticos. Al parecer puso los puntos sobre las íes en voz alta. Por los resultados obtenidos se deduce que su capacidad de convicción fue muy eficaz. Allá arriba recordó, con la habilidad oratoria que le caracteriza, las normas de la romería. Después lució el brazalete verde fluorescente, distintivo de la organización. Los fieles se apercibieron de por dónde iba la convocatoria y respondieron con gran corrección.
Fuera del lugar de culto se observaba un continuo desfile de hábitos y uniformes. Ver el aspecto de los romeros ya les delataba de que no iban de partys, botellones o similares. No obstante, hubo quienes lucían atuendo más propio para ir al cole que no de caminatas. Eran muy jóvenes los que publicitaban el último modelo de calzado de la marca del stick. Al final, llegaron. También se observaban atalayas: lejos despuntaba, por encima de los tejados, la torre del Palau. A media distancia se veían las torres catedralicias y, allí al lado, sobresalían las puntas de los bastones que emergían de las mochilas junto con comidas, bebidas y demás parafernalia para el camino.
Otros hábitos andantes a aquellas horas en la céntrica plaza: algunas mujeres musulmanas , un reducido colectivo de monjas (ambos grupos bien guarnidos y en dirección contraria) y, cómo no, bastantes adolescentes vestidos casi uniformemente por ese hábito que es la moda imperante tipo fashion: piercings varios y en muchos sitios, primeras marcas luciéndolas por todo lo que cubre el cuerpo, móviles que no paraban de verificar su existencia activa con sus sonidos para no comunicar nada. No, ellos iban de paso a sitios más divertidos.
Otro hábito que también estaba en la plaza pertenecía a los cuatro miembros de la Policía Municipal. Con un coche esperaban la salida de la romería. Excelente su trabajo. Cortaron calles, permitieron ir por el centro de la calzada y evitaron todos los posibles riesgos del tráfico rodado. Tampoco se puede dejar de mencionar el trabajo de las tres personas de la Cruz Roja de Terrassa junto con la ambulancia. Su compañía tranquilizó tanto los ánimos como cuando los organizadores vieron que se unía al grupo nuestra cardióloga. A partir de ese momento los corazones latieron más tranquilos. O en el momento en que uno de los nuestros verificó que el médico de su madre también estaba presente. Con estas saludables compañías se anda igual pero no es lo mismo.
Y, ya que de andar se trata, la romería inició el recorrido en una plaza ya casi desierta. Tamaña expedición pasó por calles peatonales céntricas, sede de librerías reconocidas; al lado del edificio municipal, cuyos inquilinos deberían darse cuenta de la importancia de una romería que se acerca al milenio (cuando llegue aquel día seguro que aparecen en la foto oficial); la Rambla no fue ninguna barrera porque el buen hacer de los gendarmes facilitó el cruce; ascensión por Pare Llaurador, donde una grmana paseaba y un grmano bajaba en coche; la salida por Sant Marc (como se ve, por el nombre de las calles se sigue oliendo a religión) condujo la mesnada hacia el trasvase, acondicionado por la autoridad competene para pasar y, con los frontales y linternas preparados, calentamiento muscular en suave subida para penetrar en la oscuridad de la noche.
Des el furgón de cola ya se empezó a observar quiénes se iban quedando hacia atrás. Un grupo de asiduas a otras romerías cargaron sus baterías con la bebida de las alas y, aunque no le debieron salir estas extremidades, sí se notó la taurina en las continuas risas y demás palabrería que el cerebro produce. Primera retirada, muy bien calibrada por una persona que valoró sus fuerzas y decidió que éste no era su sitio en esta ocasión. Descenso acompañado de la música de los canes que formaban un concierto continuo al paso de la romería. Retenciones en los pasos estrechos. Todo con corrección y a un paso adecuado a caminantes no iniciados.
Nuestro paso del Rubicón siempre es la carretera de Manresa. Sin embargo, ya hubiera querido César disponer de tamaña ayuda. Si antes hablábamos de hábitos y uniformes, cómo no agradecer la excelente labor de Los Mossos d’Esquadra. Salvo cuando hay accidentes, pocas veces esta carretera, a ests horas, fue testigo de tamaño despliegue. Dos vehículos policiales, uno en cada dirección, con las luces destellantes, lo mimso la ambulancia de la Cruz Roja; los altavoces de los coches policiales obligando a la circulación a pararse. Motivo en voz alta: atención, pasa una romería. Con estas compañías uno se puede mover bien por el mundo. Un servicio de primera para romeros que ya pedían pararse a reponer fuerzas.
La subida a Coll Cardús se anunciaba con todo el recinto de ocio del restaurante lleno de luces y de voces. Las bodas del interior hacían salir a airearse al exterior a personas con abundante ingestión de combinados etílicos. Les daba el aire y dejaban expandirse sus pulmones con sonidos diversos, cánticos de taberna a última hora y otras expresiones guturales de difícil articulación. Mucho traje, mucho vehículo de alta cilindrada y la alegría de los eventos mientras, en un rincón libre del aparcamiento, la romería degustaba y compartía las viandas que llevaba. Las trajeadas y perfumadas personas preguntaban quiénes eran (se supone que la incógnita no la dirigían a sí mismos), qué hacían y a dónde iban. Los más cuerdos lo comprendieron con presteza. Se desconoce si los vehículos de los Mossos, poco después, los esperarían a la bajada de la celebración para calibrar el estado del aliento.
El camino continuó y, como a menudo nos pasa, hubo despistes que provocaron retrocesos para rehacer el sentido lógico de la romería. Son esos matices que, con un positivo sentido de la superación, se corregirán para la próxima vez. Mientras, alfa-omega no paraban de entrar en tertulia por las ondas para agrupar, tirar, parar o preguntar por el estado de la expedición. Todo en orden en dirección al bar de la estación de Vacarisses. La parada fue más breve de lo normal. Apareció un toque de silbato no oficial y hubo que atender a quienes se quedaban fríos y querían marcha, seguir hasta el final.
Las señales de la Matagalls, de reciente recuerdo, no originaron pérdidas. El destino final se veía aunque la habitual niebla ascendía y lo ocultaba, quizá para animar a las personas más temerosas de tamaña subida. No verla para subirla mejor, ésa debía ser la estrategia de la niebla. Abajo, Monistrol, concentración momentánea en la que, como cada año, hay un reducido grupo que opta por dirigirse al Cremallera que sale una hora después.
Llamó la atención el interés de esa pareja que vino de Córdoba a la romería. Conocieron la montaña por primera vez y andando. Su primer contacto con Montserrat era ese día. Subieron y quedaron asombrados de cómo fueron capaces de tanto. Después bajarían en autocar y se enorgullecerían de su proeza. Estos sí que progresaron adecuadamente.
A la hora habitual, en torno a las ocho de la mañana, todos arriba. La coca y las bebidas entonaban los ánimos mientras había que parpadear más de la cuenta para evitar ese sueño deseado. Quien quiso participó en los actos religiosos que se oficiaron detrás de la Moreneta. Entre algún cabezazo que otro, los de arriba y quienes estaban tomando el sol en la plazo, todos celebraban a su manera el deber cumplido y el descanso merecido que vendría a continuación.
Mientras la romería motorizada llegaba, comía y rezaba, la nocturna ya sólo pensaba en retirarse a sus aposentos horizontales y entregarse al merecido descanso. Aunque no todos.
Objetivo cumplido. Ya queda una romería menos para las mil.

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